22 de marzo de 2024
Como coordinadoras del máster, queremos también expresar nuestra posición. Queríamos escribir con calma, escuchar todas las voces, hablar con las compañeras (sorprendidas por lo que leen) pero parece que quien controla los tiempos ha decidido frenar este proceso de discusión colectiva que se ha abierto. Tiene prisa, quizás también miedo. Nosotras no.
Antes que nada, queremos agradecer sinceramente al estudiantado su apoyo. Han elaborado dos textos valientes que requieren escucha. Ellxs son las que deberían estar en el centro cuando nos preguntamos qué pasa en el máster. Queremos agradecer la carta de apoyo del profesorado externo, la defensa de la pluralidad epistemológica y feminista, de nuestro trabajo en la coordinación del máster. Todxs son referentes y ejemplo para nosotras por su mirada, por su trabajo feminista. Queremos agradecer el diálogo que se está abriendo con colectivas y espacios feministas de la ciudad, con compañeras de otros másteres feministas. Agradecemos también los mensajes de cariño y apoyo que recibimos a lo largo del día de ayer por parte de compañeras y nos preocupa el temor manifestado a manifestar ese apoyo privado en público. Y agradecemos la apelación pública al diálogo que han lanzado algunas compañeras, Ruth, Almudena y Arantxa, desafiando al miedo-ambiente. Y el deseo de entendimiento y diálogo que expresa la propia Unitat d´Igualtat.
Como coordinadoras del máster y miembras de la CCA no sabemos cuál es la causa que se nos imputa. No podemos explicar lo que no sabemos: no se nos ha comunicado el motivo que justifique una dimisión. No se nos ha explicado el motivo por el que, en la reunión de la CCA del 6 de marzo, la directora del IUED exigió nuestra dimisión. El resto de compañeras de la CCA, todas, propusimos la necesidad de tender puentes, de escucharnos, de intentar llegar a acuerdos. Gabriela desoyó esas peticiones, desoyó otras peticiones de diálogo que le han trasmitido otras compañeras y continuó, enconada, en lo que se está convirtiendo en una suerte de cacería particular.
Nuestro desconcierto e impotencia es grande. Hemos dedicado tiempo y esfuerzo al máster, desbordando en dedicación las horas previstas. Las tareas burocráticas que implica el máster y que son muchas están realizadas correctamente. Hemos intentado escuchar la voz del estudiantado y en la medida de lo posible y con todas las limitaciones, incorporar sus demandas, sus inquietudes, sus necesidades. El profesorado externo con el que contamos actualmente refleja el esfuerzo de que la docencia incluya esa pluralidad feminista que ellxs piden y que caracteriza los estudios y la práxis feminista. Hemos apostado por ir construyendo colectivamente poco a poco, curso tras curso, un espacio que se confronte con lógicas patriarcales, pero también capitalistas, racistas, coloniales, cisheteronormativas. Hemos mantenido y mantenemos una relación cercana y horizontal con el estudiantado, una relación estrecha que se mantiene a lo largo de los años. Y a excepción de la decisión de bajar la remuneración del profesorado externo por imperativo de la UV, todas las decisiones importantes las hemos tomado con el respaldo de la CCA. Entonces ¿Cuál ha sido nuestro error? ¿Desde qué lugar se decide “que hay un problema”? ¿En base a qué criterios? ¿En base a qué sensibilidad, valores o prioridades?
Colocadas en esta posición difícil, obligadas a justificar nuestro trabajo y sin saber exactamente qué esta pasando, vamos a intentar responder, enumerando una serie de desacuerdos que además de personales son políticos. Sin saber exactamente cuál es la verdadera razón de esa pulsión a que desaparezcamos de escena. Desacuerdos que nos deberían obligar a entendernos, no a aniquilar a una de las partes. Desacuerdos que son legítimos y no se pueden convertir en reproches de quien se coloca en un pedestal y nos condena por “traspasar líneas rojas”. ¿Cuáles son esas líneas rojas? ¿Quienes deciden lo que es una “línea roja”? ¿Podemos encontrarnos y hablar sobre ellas?
¿Ha sido nuestro apoyo a las estudiantes frente al tribunal? ¿Es un problema disentir? ¿Es una ofensa tomar partido por lxs estudiantes ese día, después de lo que escuchamos? ¿Es imperdonable explicitar nuestro malestar y nuestro punto de vista al tribunal? Ofrecimos al tribunal una reunión para hablar de la pluralidad epistemológica. No quisieron asistir.
¿Ha sido nuestra confrontación con la presidenta del tribunal, cuando decide, saltándose los procedimientos previstos por la Escuela de Doctorado, renunciar unilateralmente a dirigir la segunda tesis de la profesora Yanira Hermida porque se atrevió a apoyar a la estudiante Paula Gorrías?
¿Ha sido nuestro malestar por la forma errática y ambivalente de abordar la denuncia de las estudiantes del curso 22-23 del aula como espacio no seguro y violento por las actitudes de un compañero de clase? ¿No bastaba el sufrimiento de las estudiantes? ¿Qué necesitamos que pase para creerlas?
¿Nuestra necesidad de introducir una mirada crítica feminista en la gestión del máster y cuestionar determinadas prácticas (de carácter neoliberal) de la propia institución: determinados programas de inserción laboral centrados en la motivación y el emprendimiento y de las que nuestrxs estudiantes se quejan; requisitos de becas que no incluyen a las estudiantes migrantes; las formas actuales de medir la calidad; la lógica de rankings o el mismo logo del Santander en nuestra web del máster, las fechas y plazos imposibles que nos acorralan cada vez más?
¿Los inevitables conflictos/malestares cuando tenemos que mediar entre posiciones del profesorado y del estudiantado que no coinciden y de los que es imposible salir indemne? ¿Es justo que quien los ha vivido en primera persona fabrique una ficción de “malestares del profesorado” sabiendo que la posición de coordinación es estructuralmente difícil, que no se trata de “gustar” sino de asumir una coherencia y escuchar a dos partes que no siempre coinciden como hemos visto en los recientes escritos?
¿Nuestra petición de un IUED vivo, comprometido, que tenga voz en la UV, que salga de su silencio (aunque sea el 8M), que acoja debates y diferencias entre nosotras, que ponga atención en el desgaste de la academia en nuestros cuerpos, que sea altavoz cuando se pierden derechos o espacios feministas en la UV o en casos de acoso sexual?
¿Nuestra incapacidad (que reconocemos) de poder informar a todo el profesorado de lo que ocurre, de las decisiones tomadas, devoradas por una gestión que exige lógicas aceleradas y arbitrarias y, cada curso, cambiantes?
¿Nuestra sorpresa al descubrir, alertadas por compañerxs de otros másteres, no solo irregularidades económicas (remitidas por el Servei d´Estudiants) de las que se ha beneficiado directamente la actual directora del IUED sino su falta de prudencia al reconocerlas y justificarlas delante de toda la CCA el 6 de marzo? ¿tenemos que normalizar estás prácticas?
¿Cuál de todas esas razones explica su necesidad de disolver la actual CCA a unos meses de la reacreditación? ¿De qué se nos acusa? No lo sabemos.
Es duro que una posición se arrogue la pretensión de condenarnos a la hoguera sin ni siquiera mostrar su particular Maleus Malleficarum. Podemos entender que cada una de nosotras tenga una valoración diferente, una forma de actuar diferente. Por eso es urgente dar explicaciones, vernos, sentarnos, hablar y llegar a acuerdos.
Por encima de la lógica de ganar o perder, de hacer acopio de votos (que nunca conocerán la complejidad de las circunstancias ni unos ni otros) ¿podemos sostener el conflicto sin convertirlo en ritual de aniquilación? ¿podemos expresar lo que nos separa y esforzarnos por convivir sin hacernos daño? ¿podemos buscar un espacio y tiempo para construir esa “casa de la diferencia”?
En cualquier caso, pase lo que pase, lo que se ha abierto ya no se puede cerrar en falso. No hay maniobra que nos acalle. Estamos agradecidas y contentas de estar donde y con quien queremos estar.
Por todxs, todo.
Lucía y Clara