14 de abril de 2024
Lucía Gómez
Clara Arbiol
Almudena Navas
Frente al silencio y la negación del conflicto que ha estallado, en esta carta queremos dirigirnos al estudiantado del máster. No solo para agradeceros vuestro apoyo en este proceso a través de los diferentes comunicados y vuestra presencia el 26 de marzo (hasta que os impidieron acompañarnos), sino para hacer memoria de lo que han supuesto para nosotras estos años en el máster, como coordinadoras o como parte de la Comisión de Coordinación Académica. Para compartir aprendizajes y hacer de puente entre lo que escuchamos ahora, pero llevamos años escuchando; para intentar mostrar la profundidad del conflicto que se ha abierto y las diferentes lecturas políticas que contiene; para intentar escuchar lo que decís; para contar lo que hemos visto y vivido desde dentro y para politizar nuestra impotencia. Disculpad la extensión.
En un comunicado demoledor, expresáis como estudiantado de primero “Rabia. Frustración. Miedo. Decepción”. Sentimientos que reflejan vuestra experiencia vivida en el máster y denunciáis públicamente transfobia, racismo, clasismo, pobreza académica, censura, imposición de un feminismo excluyente y eurocéntrico, congelado en el tiempo, por parte de algunas profesoras del máster. En otro comunicado, 70 estudiantes de primero y segundo y ex-estudiantes del máster hacéis una defensa de la pluralidad epistemológica y feminista, aludiendo a una defensa de TFM donde no se respetó esa pluralidad ni a las propias estudiantes y alertáis sobre el riesgo de una deriva autoritaria en el máster, que se produjo unos días después. En los dos comunicados se apuesta por un feminismo que se confronte al patriarcado, pero también al capitalismo, clasismo, colonialidad, cisheteronormatividad. Posteriormente, una parte del profesorado externo se suma a vuestra defensa de la pluralidad epistemológica y a la defensa del feminismo como “casa de las diferencias”. Y en los diferentes comunicados, nos trasmitís vuestro apoyo como coordinadoras del máster porque estábamos siendo obligadas a dimitir por parte de la dirección del IUED. Diferentes voces insisten a través del correo en una solución dialogada. Finalmente, en el Consell del 26 de marzo donde solo una minoría del profesorado del máster tiene derecho a voto, no se reflexiona sobre ninguno de los manifiestos, no se atiende a la petición de diálogo, se expulsa al estudiantado que quiere quedarse, que queréis quedaros y acompañarnos y se ejecuta el plan previsto desde semanas: conseguir una coordinación del máster que no incomode a la directora del IUED y a su forma de entender el feminismo. ¿Cómo escuchar, entender, reflexionar sobre todo esto?
La necesidad de un feminismo que cuestione el capitalismo, el patriarcado, el racismo, la cisheternormatividad desde la práctica cotidiana ¿Poder o contrapoder?
Defendéis en vuestros comunicados la necesidad de un feminismo que cambie una sociedad patriarcal, clasista, colonial, racista y heteronormativa. Creemos que es muy difícil entender, teóricamente, los engranajes y las conexiones de un monstruo con tantos tentáculos, y creemos que nos y os siguen faltando herramientas en las clases del máster. Pero lo que tenemos claro es que esa politización debe partir no solo de determinadas aproximaciones teóricas sino de la capacidad de confrontarse cada día, en la práctica con esas lógicas y eso lo hemos aprendido de muchxs de vosotrxs. Solo así esa posición deja de ser palabrería o pose y tiene efectos duraderos en el cuerpo y en nuestra sensibilidad.
No podemos presumir de encarnar toda esa crítica múltiple. En nuestro caso, hemos intentado poner en juego una mirada feminista que se confrontara con la universidad neoliberal, con el capitalismo académico. Pertenecemos al colectivo Indocentia y dos de nosotras somos delegadas sindicales de CGT. Para nosotras los estudios feministas no son una mercancía más, un tema de moda ni un tópico al alza en el mercado de la academia neoliberal. Nos disgusta que se hable de la igualdad como “marca” que acompañe lógicas competitivas que no se cuestionan, que la “perspectiva de género” sea un ítem cuantificable en procesos gerenciales de acreditación, que los planes de igualdad se construyan a partir de metodologías de planificación estratégica, que la programación feminista se convierta en espectáculo inocuo. Nos dejan indiferentes los problemas que denuncia el feminismo liberal (como decís en clase, entre bromas, “los problemas de blancas y ricas”) o las metas que persigue: su techo de cristal, sus liderazgos en la empresa, su idea reducida de conciliación, sus ambiciones individuales (a decanatos, a puestos de visibilidad y “poder”) con las que cínicamente nos quieren representar a todxs.
En nuestra experiencia en el aula, hemos intentado escuchar vuestros malestares y sabemos que la precariedad os atraviesa, que muchas de vosotras venís de clase trabajadora y sentís el peso de los trabajos precarios, del imposible alquiler, de horizontes creíbles de un futuro distinto, de las expectativas de vuestras familias, del miedo a fracasar.
Dice Sara Ahmed que vivir una vida feminista es convertirlo todo en algo cuestionable. Hacerse preguntas, problematizar y atreverse a sostener conflictos. Desde la coordinación del máster hemos cuestionado la política de la universidad sobre empleabilidad y emprendimiento (en alianza con el poder corporativo, en nuestro caso, el banco Santander): los foros de empresas, los programas de mentorización, la formación en gestión emocional, la construcción del yo marca, la asunción de retos y talento. Y por responsabilidad hacia vosotras, hemos intentado ofrecer una formación alternativa desde el máster a esos programas desde feminismos críticos (ecofeminismo y soberanía alimentaria, economía feminista) que os ofrezca otros horizontes de futuro menos individualistas y competitivos. También hemos promovido espacios para compartir experiencias laborales de explotación (espacios que llamábamos Vomitem en lugar de Motivem) que partían de necesidades que escuchábamos en clase; hemos cuestionado el discurso de la calidad y los procedimientos derivados; la política de los ranquings. En las prácticas en el itinerario online se ha abierto un cuestionamiento del procedimiento que favorecía la contratación encubierta de estudiantes en condiciones precarias o la permanencia de centros de prácticas que se apuntan al negocio de la igualdad de dudosa orientación feminista.
Para nosotras, el feminismo supone un compromiso con el presente y un conocimiento al servicio de la vida, no al servicio de la acumulación de capital, económico, político y en el caso de la universidad, narcisista. Este es el sentido de la universidad que defendemos y sostenemos. Como decís en vuestro manifiesto: el saber es un campo de batalla.
No hemos asistido a actos vacíos o protocolarios, hemos intentado escapar de la posición hegemónica y confrontarnos con ella, sea dentro de la Cátedra de Economía Feminista intentando que sea un espacio plural, que sirva para la divulgación de una economía feminista crítica y no para que alguna incremente su CV; sea visibilizando públicamente lo que ocurre cuando el estudiantado denuncia situaciones de acoso y pagando un precio alto por ello. Ese el “poder” del que hemos disfrutado estos años en unas condiciones que hay que nombrar: 40 euros mensuales por coordinar el máster y 30 horas anuales de reducción (30 horas anuales que hemos multiplicado y que han provocado nuestro desgaste).
En nuestra experiencia en el aula también hemos aprendido, muy poco a poco, de las estudiantes que encarnáis esa crítica, lo que significa un feminismo antirracista y decolonial, hemos escuchado vuestra indignación ante comentarios clasistas, racistas o tránsfobos. Y lo hemos aprendido también en situaciones concretas dentro de la institución, cuando intentamos cambiar los requisitos de becas para que las estudiantes migrantes pudieran presentarse y escuchábamos a nuestro alrededor “si no pagan impuestos”; cuando hemos soportado discursos paranoicos sobre un supuesto y amenazador lobby trans; cuando se ridiculizan las posiciones de los feminismos decoloniales (que vienen de lugares donde allí las mujeres son solo “víctimas”). Trabajamos, estudiamos, en una universidad europea, un espacio de privilegio, un espacio implicado históricamente en la construcción de conocimiento desde posiciones colonizadoras. Desmontarnos, desde dentro, es posible gracias a vuestro movimiento, a no haber permanecido sumisxs ante la respuesta tradicional.
Vamos a preparar un archivo detallado de todo lo que hemos hecho o escrito estos años y que sirva de material etnográfico del conocimiento feminista que surge de la confrontación cuerpo a cuerpo. (https://feminismosdisidentesenlaacademia.org/).
Desde que estalló el conflicto, se ha abierto un diálogo imprevisto entre posiciones diversas que nos gustaría que continuara, su feminismo excluyente ha conseguido que blancas que-no-tenemos-formas, compañeras de colectivas antirracistas, estudiantes indignadas o agotadas estrechemos el contacto y entendamos lo que tenemos en común. Un pequeño ejemplo de que el sujeto político no preexiste a la lucha misma.
¿Transfobia, clasismo, racismo, pobreza académica en el máster? ¿Una queja puntual o un problema estructural?
Además del comunicado que envía el grupo de primero, nosotras escuchamos durante más de dos horas ese malestar cargado de ejemplos y escenas concretas donde se reflejan formas de relación clasistas, racistas o tránsfobas (diálogos, comentarios, contenidos de asignaturas, formas de relación, dinámicas docentes) en una reunión el 13 de marzo. También dejación docente y exigencias (de presencialidad, evaluadoras) que no se ajustan a la normativa de la UV. Nos parece importante deciros y decirlo públicamente que nada de lo que escuchábamos era nuevo. Lo que manifestáis no es un hecho aislado, puntual sino que llevamos años escuchando el mismo malestar, el mismo guion, el mismo desconcierto, pasando la misma vergüenza, a través de reuniones colectivas, a través de tutorías o correos individuales. Lo que ha ido cambiando, curso tras curso, es el nivel de indignación. Afortunadamente el malestar estalla y como decís en el comunicado, ahora es “fuerza y lucha”. A pesar de la presión que estáis soportando por parte de quienes os quieren reñir, dividir o acallar, nos parece importante entender este problema como algo estructural que pasa en el máster (no en su conjunto, sí especialmente en alguna asignatura o en una parte del profesorado) y en la universidad. Pero que en un máster feminista cobra un significado diferente. Y nos parece importante señalar la importancia de la memoria en las luchas, recordar que las voces apagadas de otros cursos y que ya son una sombra, encuentran sentido en vuestro estallido.
La importancia de las epistemologías feministas en el máster. Reapropiarse de los medios de producción de conocimiento.
Estudiantes actuales y de otros cursos, señaláis en vuestro manifiesto la importancia de las epistemologías feministas en vuestra investigación. Queremos contaros que, con mucho esfuerzo, gracias al apoyo de una profesora, ya jubilada, que era directora del máster en aquel momento y confió en nuestra propuesta, conseguimos desde 2010 que, en la asignatura de segundo “Técnicas de investigación: opciones epistemológicas y metodológicas desde una perspectiva feminista”, se apostara por introducir modos feministas de producir conocimiento, situado y comprometido, que se opusieran a las desgastadas ficciones de neutralidad y objetividad. Abrir un espacio donde fuerais vosotras, las estudiantes, las que formularais vuestras propias preguntas. Eso sí, tuvimos que soportar la hostilidad soterrada (y la ironía o prepotencia de quien ocupa una posición hegemónica) de una parte del profesorado, durante todos estos años.
Las epistemologías feministas os han permitido, como señaláis en el manifiesto, partir de vuestras experiencias, inquietudes y compromiso político. Desaprender formas de trabajo académico que os silenciaban. Politizar vuestro malestar, dar sentido a vuestra investigación, encarnarla. En estos casi 15 años, los Trabajos de Fin de Máster han incorporado temáticas y problemas que os afectaban, contribuyendo a desplegar un mapa valioso del desplazamiento generacional de politizaciones feministas: lecturas situadas sobre las diferentes formas de violencia que soportáis; sobre las formas en las que el neoliberalismo se apropia de reivindicaciones feministas; sobre vuestra precariedad laboral y existencial; sobre la forma en que patriarcado y neoliberalismo definen vuestras relaciones afectivas; sobre la necesidad de incluir la dimensión de clase social, sobre lo que aportan algunas movilizaciones feministas; sobre formas de discriminación concretas que soportáis y que tienen que ver con la transfobia, la imposición de patrones de heteronormatividad; sobre lo que significa visibilizar el trabajo reproductivo, de cuidados, sobre vuestra experiencia ante la reacción patriarcal y fascista; sobre la importancia del arraigo y las genealogías feministas y de lucha (especialmente por parte de las compañeras de Abya Yala).
Si defendimos a las estudiantes Paula Gorrias y Noelia Arias frente al tribunal es porque presenciamos (estábamos allí presentes junto con otras estudiantes que también expresaron su indignación o malestar por escrito a la CCA) actitudes de incomprensión y desprecio al trabajo exploratorio que las estudiantes querían exponer, así como un trato infantilizador a ellas mismas.
No negamos el derecho del tribunal a hacer una valoración rigurosa, lo que cuestionamos son una serie de comentarios (“esto es una deconstrucción como en el Bulli” “explica lo que son los cuidados como se lo explicarías a un niño pequeño” o “dices que las letras de las canciones que analizas son feministas pero no hablan de igualdad”) que reflejan su desconocimiento de otras formas de entender el feminismo (que escapen de una reivindicación de “igualdad”), de otras formas de sostener y legitimar un trabajo investigador, de utilizar una determinada variedad lingüística del catalán.
Actitudes que ya no estaban presentes en el máster porque desde la CCA consesuamos unas “Pautas para el profesorado que forma parte de tribunales de TFM” donde se incide en la defensa de la pluralidad epistemológica, en la importancia de entender el TFM como un proceso en el que también tiene importancia la voz de la tutora y en la importancia de un trato respetuoso. Pautas que no se tuvieron en cuenta. Además de eso, las estudiantes soportaron un proceso largo de impugnación (su reclamación enviada a través de los procedimientos oficiales y telemáticos pertinentes se “perdió” extrañamente dos meses cuando la respuesta debe darse en 5 días, la comisión que debía resolver no se decidió en una CCA formal sino que la directora del IUED se autoproclamó presidenta vía telefónica y finalmente, no tuvieron respuesta argumentada por parte de la comisión de impugnación que, en medio de una tensión interna irresoluble, opta por decir “recomendamos que esta solicitud sea trasladada donde corresponda”).
Apoyamos a las estudiantes y lo volveríamos a hacer. Apoyamos a la profesora Yanira Hermida cuando por respaldar a Paula Gorrías a quien había dirigido el TFM, la presidenta del tribunal decidió dejar de dirigir la que es su segunda tesis y lo volveríamos a hacer. Entendemos el malestar del tribunal porque nos hemos vuelto incapaces de leer un conflicto como algo que va más allá un ataque personal. Intentamos un diálogo que nos negaron. Pero no consideramos que esto merezca una expulsión.
“Si señalas el problema, te conviertes en el problema” (Sara Ahmed)
En este escenario, queriendo escucharos y compartiendo muchas de vuestras quejas sobre clasismo, racismo, transfobia, pobreza académica que no son generales (queremos creer), sobre la persistencia de un enfoque que prioriza la agenda de un feminismo liberal y sobre formas de evaluación que sometéis a crítica, ¿qué hemos hecho? O mejor ¿qué hemos podido hacer?
La posición era (estructuralmente) complicada. El profesorado no siempre se caracteriza (no siempre nos caracterizamos) por la autocrítica y más si la crítica cuestiona nuestro acertado “saber”.
Hemos expresado el problema y hemos intentado hacer modificaciones en determinadas asignaturas que siempre han estado en el epicentro de las críticas. Nuestra capacidad de incidencia ha sido mínima en determinadas “asignaturas fortaleza”. En una de ellas, del primer cuatrimestre, cuestionada año tras año y con una denuncia el curso pasado por transfobia a la Síndica de Greuges, presionadas por lxs estudiantes y entendiendo las razones del incendio, pedimos a la directora del IUED (que se coloca en posición de tutela del máster y, cuando no lo consigue, ejecuta la dimisión de quien le incomoda) que nos dejara incorporar al menos una profesora nueva en esa asignatura, que sí conectara con las estudiantes y enriqueciera la asignatura. No aceptó esa incorporación. En la segunda, del segundo cuatrimestre, hacernos eco de las críticas del estudiantado (por razones distintas a las de la asignatura anterior), presentes también curso tras curso y que alcanzaron un nivel público y más intenso en la pandemia, nos llevó a un conflicto continuo y a un enfado de quien se sentía interpelada.
Cada vez que hemos trasmitido una queja del estudiantado (una sesión sobre cooperación, desarrollo y microcréditos con una clara mirada colonial; una imagen de un Congreso sobre Cuidado, Igualdad y Diversidad apoyado por la Cátedra de Economía Feminista que indignaba a estudiantes para las que el trabajo de cuidados no es un espacio precisamente idealizado) hemos encontrado respuestas defensivas y de rechazo personal y al mensaje. Ningún interés en comprender que estamos en un espacio plural con sensibilidades que chocan o en preguntarse ¿quiénes son nuestrxs estudiantes? ¿cuáles son sus condiciones materiales? ¿y sus intereses o compromisos? Ningún interés en abrir un diálogo incómodo. Creemos en la pluralidad feminista del máster y estamos convencidas de que diferentes miradas pueden convivir pero eso requiere aceptar la premisa inicial que determinado profesorado niega: que existe un conflicto entre diferentes miradas feministas (y que hay límites, que la transfobia no es una “opinión”). La solución “cómoda” y patológica ha sido matar a las mensajeras (“¿quién se han creído que son?”), ya sabemos que somos “maleducadas”, “violentas”, sin “formas”, sin “vuestras formas”, “sus formas”, las únicas posibles. Así, una alianza entre las “ofendidas” el 26 de marzo bastó para borrarnos de escena. Entendemos la incomodidad del profesorado implicado ante nuestra posición, pero solo expresábamos miradas distintas que están en nuestro espacio feminista. No éramos el problema, expresábamos que había un problema.
Estudiantes clientes, estudiantes calladxs, estudiantes menores de edad
En este proceso de coordinación del máster, hemos intentado seguir una orientación: poneros en el centro. Consideraros sujetos con capacidad de decisión y con capacidad de acción. Supone, como diría bell hooks, “tomaros en serio”.
Para nosotras es importante diferenciar esta orientación de la posición de estudiantes-clientes donde os coloca la universidad neoliberal. Estudiantes a los que hay que satisfacer a partir de las “encuestas de satisfacción” y con los que tenemos que mantener una relación protocolizada y contractual a través de las “guías docente ”. Formas de relación que la pandemia consiguió presentar como insostenibles, objetualizadoras, parte de la pedagogía de la crueldad de la que nos habla Rita Segato. Por eso, hemos querido abrir espacios abiertos de diálogo, de intercambio, de discusión. Entendiendo el aula como espacio común que vale la pena sostener y cuidar y al margen de lógicas rentables.
Y nos indigna la posición de estudiantes menores de edad, manipulables y manipulados, demasiado exigentes donde habéis sido colocadxs en este conflicto por una parte del profesorado. Es inaceptable que, después de lanzar dos comunicados rompiendo un silencio que cuesta romper (por miedos que expresáis y que se derivan de posiciones asimétricas), tengáis que recibir consejos o reproches velados en el aula (desde el mismo lunes 25 de marzo) y hasta dinámicas ridículas “escribe tus sensaciones en el máster” por parte de quienes son incapaces de consideraros adultxs. En 2019 en un taller que titulamos “Las violencias de la universidad neoliberal: igualdad como marca, despolitización del conocimiento y captura de la subjetividad” denunciamos públicamente, en el VI Congreso de Economía Feminista, los mensajes que algunas profesoras de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación enviaron a estudiantes del curso donde un grupo de estudiantes se atrevieron a denunciar a un profesor por acoso, buscando testimonios que sembraran dudas sobre lo que referían quien denunciaban. Conocemos como se actúa en casos de insurrección, de cuestionamiento. Es vergonzoso que cuando pedís como estudiantes a la nueva CCA que el profesorado externo que ha firmado la “Carta de apoyo” se mantenga en el máster, os responda la nueva coordinadora negando el conflicto y todo lo que está en juego “es que, si se quieren ir, no podemos hacer nada, es como en una relación de pareja, si alguien se quiere ir, pues…no podemos hacer nada”. No, Toya, no. El profesorado externo no se quiere ir, pero expresa su malestar y se posiciona en el conflicto porque conoce lo que pasa en el máster, defiende un diálogo que impedís. Pobreza académica decís como estudiantes. Nosotras añadimos pobreza política, pobreza relacional. Nos alegramos del contacto iniciado con sindicatos que os apoyen y representen.
Y es incomprensible, en un máster feminista, que cuando nos llega una denuncia por problemas graves de convivencia desde un grupo de estudiantes el curso pasado por comentarios machistas y racistas de un compañero, no se tomen medidas. Porque se pone en duda la palabra de las estudiantes que son las que han estado en el aula. Porque «hay que asegurarse» «porque no todas las profesoras lo han percibido igual». Sin embargo, las medidas se activan inmediatamente cuando se descubre casualmente la identidad del sujeto en cuestión y los problemas que también ha generado en alguien externx al máster (y que lamentamos). En ese momento sí se llevan a cabo todas las acciones posibles (carta a las vicerrectoras de Estudios e Igualdad) para que se comprenda que, nosotras, las profesoras tenemos derecho a negarnos a dirigirle el TFM. Estamos de acuerdo en esas acciones que se están llevando a cabo y las apoyamos. Lo que queremos remarcar es que las quejas de las estudiantes que cotidianamente padecían el problema no tuvieron fuerza suficiente ¿Es que la palabra de lxs estudiantes del curso 22-23 no era válida? ¿qué ha cambiado de un curso a otro? ¿qué aporta esta información adicional si ya sabíamos cómo se comportaba en clase? ¿qué falla en nuestra sensibilidad feminista frente a las violencias? Esta ha sido la segunda “razón” por la que merecemos el cese, pero esas preguntas las vamos a seguir haciendo.
El profesorado externo. Una docencia viva.
La forma que hemos encontrado de poder responder a vuestras peticiones de miradas feministas vivas que os ayudaran a entender vuestra realidad, ha sido a través de la figura del profesorado externo. En nuestro período, partiendo de lo que nos contabais en las reuniones que hemos tenido, hemos querido contar con Yanira Hermida y Begoña Ribera introduciendo una mirada decolonial frente a tantas perspectivas eurocéntricas. Marta Malo encarnando otro sentido a la producción de conocimiento, una investigación militante al servicio de las luchas y desde el feminismo sindicalista. Yayo Herrero, Amaia P. Orozco y Astrid Agenjo abriendo preguntas desde los ecofeminismos y la economía feminista que os ofrecen una mirada radicalmente distinta para leer el presente y os conectan con problemas urgentes, cercanos, invisibilizados por perspectivas hegemónicas. Dau G. Dauder desde los activismos feministas en Salud. Y desde el itinerario virtual Mireia Gil desde el municipalismo feminista.
Queremos agradecer sinceramente el apoyo del profesorado externo. La defensa de la pluralidad epistemológica, del feminismo como casa de las diferencias, de nuestro trabajo en la coordinación. A pesar de ser “externxs” conocéis a fondo el máster por la relación que establecéis con el estudiantado y lo que representáis es esencial en el máster. Valoramos enormemente la solidaridad con nosotras en tiempos de “sálvese quien pueda”. El respaldo y aliento a las posiciones perdedoras, algo impensable en las reglas de juego que definen el capitalismo académico. Con vuestro apoyo explícito, nos habéis hecho olvidar actitudes difíciles de entender a nuestro alrededor, compañeras que solo apoyan en privado o que se apuntan corriendo al caballo ganador, actitudes que, aunque son frecuentes en la universidad, duelen.
Entendemos que el espectáculo que habéis presenciado os desanime a la hora de continuar, pero os pedimos que os quedéis, que sigáis formando parte del máster pensando, sobre todo, en el estudiantado. Que nos ayudéis a construir una academia crítica y plural en la que sí quepamos todas. Y el aula es un espacio donde vivir la universidad con sentido.
El 26 de marzo. De la Casa de las Diferencias al Castillo del Vampiro
Lo que ocurrió el 26 de marzo fue un espectáculo sin disfraces de esa universidad autoritaria y patriarcal que queremos cambiar. A pesar del conflicto abierto, a pesar de las diferentes peticiones de diálogo la respuesta fue difícil de olvidar: estudiantes desalojadxs cuando piden explícitamente quedarse, acompañarnos y ningún interés en dejarse afectar, en escuchar lo que denuncian los diversos manifiestos recibidos. Solo respuestas defensivas y caras de drama por las “formas”. Cualquier interrupción de la nada soporífera que caracteriza el IUED en la que vivimos es calificada de “violencia” ¿Qué luchas históricas de mujeres de las que que diseccionan y convierten en un paper ha seguido sus “formas”? Sí que hemos retrocedido, sí. Entendemos que la violencia es algo que se ejerce de “arriba” a “abajo” ¿o no? Los manifiestos expresan rechazo a una violencia que soportan, que soportamos, rechazo a una manera de entender la universidad o el feminismo. Y en todos ellos hay un esfuerzo en transformar lo personal en político.
Desde el otro lado, desde la dirección del IUED el esfuerzo es el inverso: transformar lo político en personal y pensar que con quemarnos en la hoguera a tres de nosotras, volverá el orden. Porque quien se puede permitir el uso de la fuerza o expresándolo con claridad quien lleva semanas consiguiendo los votos necesarios para ejecutar el plan previsto, quiere silencio. Aunque de lxs 48 profesorxs del máster solo una pequeña parte esté representada en el Consell y tenga derecho a voto.
Lo que hemos visto y vivido, estudiantes y profesorado disidente este tiempo y especialmente en el consejo del 26 de marzo, nos hace pensar que el IUED actual es un espacio agotado que no acoge la pluralidad feminista. Algunas llevamos años reclamando que se abran debates sobre nuestras diferencias internas y que se convierta en problema nuestra relación con la academia neoliberal.
Asimismo, compartimos con el profesorado externo que “las condiciones en que la nueva dirección de la CCA del máster asume sus responsabilidades nos imposibilitan generar una relación de confianza” Manifestamos nuestra desconfianza no solo porque efectivamente representen una línea de afinidad feminista y personal por la directora del IUED (Coordinadora feminista, REUNIFEM) que no representa las diferentes sensibilidades políticas del máster (una línea ideológica tan legítima como lo son otras que no quieren escuchar). Sino porque nos cuesta entender que, en un contexto donde el estudiantado toma la palabra y abre un conflicto grave y nos manifiesta su apoyo abierto como coordinadoras del máster, en ese contexto acepten un “cargo” y ser parte de una operación llena de preguntas sin respuesta. También nos cuesta entender que, sabiendo que las dos coordinadoras no queríamos seguir por problemas de salud y así lo llevamos manifestando desde hace meses, se vete la presencia de Almudena Navas en esta nueva CCA.
A partir de ahora queremos articular un espacio de resistencia y apertura. Un espacio no para ganar sino para disputar. Un espacio que se confronte tanto con la forma jerárquica y patrimonial de entender la universidad como con un feminismo que niega las diferencias y que cuando emergen, las expulsa. Por un lado, nos consideramos parte del máster, nos consideramos parte del IUED, nos consideramos parte de la universitat y cualquier intento de represalia a las voces disidentes será contestado desde los espacios sindicales, desde los mecanismos y procedimientos que intentan protegernos de las arbitrariedades. Convertiremos lo privado en controversia pública.
Por otro lado, estas semanas, el Consell del IUED del 26 de marzo, los encuentros y las conversaciones mantenidas nos han mostrado que se ha abierto una grieta que no se puede tapar, hemos experimentado otra forma de hacer universidad. Otra forma viva de relacionarnos. Hemos encontrado la potencia de la palabra y los afectos. De espacios que no se regulan por normativas, jerarquías o protocolos y que solo por existir desafían las tendencias autoritarias del IUED y las violencias institucionales. Porque nos desbordan, porque están vivos. Con las estudiantes de ahora y de otros cursos que habéis estado ahí, que nos habéis escrito y acompañado. Con las colectivas. Con las profes del máster (externas y también de la UV) que no se han dejado llevar por el miedo y han tomado la palabra, se han hecho presentes. Espacios no para rentabilizar sino para construir lo común. Espacios sin ansia de poder pero con la alegría de la potencia.